Autosabotaje

Introducción

La memoria Inconsciente Familiar

Mecanismos inconscientes del autosabotaje:

Conclusión.

Introducción

Seguramente hemos escuchado y leído que querer es poder y que, con fuerza de voluntad, si realmente lo deseamos, podemos superar nuestras limitaciones.

Ojalá fuera tan fácil como se lee, porque la mayoría de las veces nuestras más grandes limitaciones no están a la vista y vamos por la vida tratando de solucionarlas desde la superficie, sin darnos cuenta de que la solución completa a este nudo, está en las profundidades de otras áreas desconocidas para la mayoría de nosotros.

En esta entrega descubriremos siete mecanismos inconscientes del autosbotaje (a los que también me gusta llamar factores encubiertos) y cómo abordarlos para poder alcanzar la vida que deseamos.

La Memoria Inconsciente Familiar

Para hablar de los primero tres mecanismos encubiertos del autosabotaje, es muy importante que primero mencione un término poco conocido, que es la Memoria Inconsciente Familiar, esto es algo intangible, es decir, no se ve y no lo podemos tocar, sin embargo, opera sin que nos demos cuenta, por eso es de suma importancia que conozcamos nuestra historia.

La Memoria Inconsciente Familiar está conformada de todos los hechos traumáticos y de las tragedias que han vivido los miembros de un clan, de tal manera que las siguientes generaciones, aunque no conozcan estos hechos, terminarán repitiendo los patrones de relación y de comportamiento de ese árbol. En el título: Transgeneracional: La psicología de nuestro árbol genealógico, pueden obtener mayor información al respecto.

Mecanismos inconscientes del autosabotaje

Identificación con algún miembro de nuestro sistema familiar

La identificación es la herencia emocional de un evento traumático de un miembro del clan a alguno de sus sucesores. Adriana nos puede ayudar a ilustrarlo a través de su historia.

Adriana llegó al consultorio porque no podía mantener la prosperidad económica y tampoco sostener una relación de pareja. En sus palabras, “era como si tuviera que elegir entre una y otra.” El resultado de la entrevista fue saber que Carlos, su padre renunció al amor de su vida por darle prosperidad económica a sus hijos hipotéticos. Es decir, Carlos tenía una novia a quien amó enormemente. Tras cuatro años de relación, su novia le pedía que se casaran, sin embargo, él quería conseguir un mejor ingreso económico para evitar repetir las historias de pobreza de las que ambos venían. Ella, al no estar dispuesta a esperar más, le puso un ultimátum a Carlos diciendo: “Nos casamos este año o terminamos, porque no voy a perder otros cinco años esperando a que ganes lo que quieres ganar para que podamos formar una familia.” Carlos, con todo el dolor de su corazón, al ver que el plazo se acercaba, decidió terminar la relación.

Cinco años después él logró su objetivo económico, para entonces, aquella novia de su juventud ya había muerto en un accidente. Después conoció a quien se convertiría en su esposa y madre de Sandra. Juntos pudieron brindarle a Adriana y a sus cuatro hermanos la vida libre de carencias económicas que Carlos había deseado.

Adriana no entendía por qué cuando alcanzaba la prosperidad económica (y esto sólo sucedía por momentos), siempre encontraba la manera de perderla y todas las veces era a través de una relación de pareja que llegaba a su fin.

Esto sucedía porque para Adriana era imposible asociar por cuenta propia que ella no podía tomar la prosperidad económica ni el amor en una pareja, debido a que su padre, con quien estaba identificada, había renunciado al amor en pro de su progreso económico. El sacrificio de su padre había sido tan grande como el amor que le tenía a aquella novia. Y era por eso que Adriana se saboteaba el hecho de tomar la prosperidad económica y el amor de pareja al mismo tiempo. Si su padre no pudo, ella tampoco, pues en la identificación, actuamos de forma idéntica al otro. Adriana se estaba sacrificando como lo hizo su padre.

Lealtades invisibles a nuestro clan de origen

Las lealtades invisibles a nuestro clan de origen, es la lealtad que tenemos hacia nuestro árbol genealógico.

Esta dinámica consiste en que, sin saberlo, no nos permitimos rebasar lo que han logrado nuestros ancestros, porque si lo hacemos, estaríamos siendo desleales a la manera de hacerlo en nuestro árbol genealógico, además de que seremos vistos como la oveja negra de la familia y entonces la aceptación que nos tienen y nuestra pertenencia al grupo, se vería amenazada.

Posiblemente han escuchado la expresión: “Si se entera mi madre, me deshereda.” Esta frase no siempre alude a una herencia material, generalmente atiende al aspecto que les comentaba anteriormente: como estamos haciendo algo distinto a lo permitido dentro de la familia, podemos perder nuestra pertenencia al grupo.

Son muy pocas y muy afortunada, las personas que reciben el permiso explícito de sus padres y/o de sus abuelos para poder aspirar a tener un progreso distinto y mayor al que alcanzaron las generaciones pasadas.

El caso de Liz nos va a ejemplificar este punto.

Liz es la primera mujer en todo su árbol genealógico que ha podido tener una carrera universitaria y no sólo eso, además tiene un doctorado. Aunque intentó romper los esquemas establecidos por su familia de origen, empatando su crecimiento profesional con el matrimonio y la maternidad, su relación de pareja concluyó en un tortuoso divorcio. El motivo de la separación fue el alcoholismo de su esposo que se hizo evidente en los primeros meses de casados.

“¡Te juro que yo no sabía que él bebía de esa manera! Cuando éramos novios y salíamos a fiestas, se la llevaba con un par de tragos y hasta ahí. Después de que nos casamos, se transformó”

Eso fue parte de lo que Liz me contó. Después de analizar su árbol genealógico, encontramos dos influencias importantes en sus decisiones. Por una parte, ella era vista como la oveja negra de la familia porque había dedicado la mayor parte de su vida a los estudios, pese a las adversidades. Y por otra, se había mantenido leal a los mandatos de su familia, de que las mujeres se deben al hogar, a su esposo y a la maternidad. Ella cumplió con el requisito. Sin embargo, su lealtad fue más allá: sin ser consciente de ello, eligió un esposo como el de su madre, que a su vez tenía el mismo rasgo que el padre de su madre… Tres generaciones estaban atrapadas en un tema de relaciones maritales destruidas por el alcoholismo de los esposos.

Liz trataba de romper la lealtad hacia las mujeres de su clan, al ser la primera en tener un título universitario y al mismo tiempo se mantuvo leal acatando el mandato del matrimonio y de la maternidad, sin darse cuenta de que estaba a punto de hacerlo igual, aunque en otro aspecto, que su madre y que su abuela.

¿Hasta este punto ya van viendo que no siempre querer es poder?

Expiación

La expiaciónes una de las dinámicas ocultas que pueden conducirnos al autosabotaje. Para entender cómo opera la expiación, es importante mencionar que todos los árboles genealógicos siempre tienden a la compensación. Es decir, si en alguna generación pasada se cometió un abuso, las generaciones siguientes intentarán enmendarlo. Para ilustrarlo les voy a contar la historia de Daniel.

Daniel llegó al consultorio porque su empresa había quebrado tres veces: la primera vez porque su socio “le jugó sucio” y se quedó con la empresa; la segunda porque lo secuestraron y la paga del rescate lo llevó a la quiebra; y la tercera porque se incendió una de las bodegas y lo perdieron casi todo. 

A través de la entrevista y por medio de una constelación pudimos ver que Daniel estaba identificado con su bisabuelo. Con el análisis de su árbol genealógico pudimos saber que su bisabuelo, a quien llamaremos Abundio, tenía una pequeña hacienda. Abundio se caracterizaba por ser un hombre ambicioso. Una noche hubo un incendio en el que murieron seis peones a cuyas familias Abundio se negó a dar lo que ahora conocemos como indemnización. El abuelo de Daniel, hijo de Abundio, desconocía este tema, ya que, además de ser el menor de nueve hermanos, a los miembros de la familia que supieron del incendio, se les prohibió hablar del tema y no se enteró del incendio sino hasta la muerte de su padre. Por su parte, el padre de Daniel había decidido no seguir los pasos de Abundio ni de su abuelo, pues cuando supo de lo ocurrido, sintió una enorme vergüenza al saberse nieto de Abundio.

Daniel, aunque, al igual que su padre, también fue a la universidad, quiso combinar ambos aspectos, su carrera y la industria que su bisabuelo y su abuelo llevaban en la hacienda y fue así como comenzó su serie de tropiezos, pues para poder levantar su negocio, era importante que primero se expiara aquel abuso cometido contra esos peones y sus familias. El sistema estaba intentando compensar el abuso cometido generaciones atrás y Daniel, a través de lo que él creía que era un autosabotaje, proveía el medio para conseguirlo. Una vez que logramos llegar a una reconciliación pasado-presente, Daniel pudo mirar su historia de manera muy distinta y devolver la responsabilidad a su bisabuelo, para liberarse de las consecuencias de aquel evento infortunado.

Eventos sistémicos

Son sucesos de alto impacto que ocurren en nuestra familia de origen o de crianza y que dejan una huella en nosotros, aún sin que nos demos cuenta de ello.

Pamela pidió una sesión porque ya estaba cansada de no durar en los empleos que conseguía o de que cuando estaba a punto de conseguir un ascenso, «algo sucedía» y la despedían. Mientras me lo contaba, su frustración era evidente.

Después de algunas sesiones, logramos tener acceso al meollo de su asunto.

Resulta que cuando Pamela tenía siete años, sus padres se separaron. Su padre se fue con la familia simultánea que había formado y su madre quedó con la responsabilidad completa de hacerle frente a las necesidades económicas de sus tres hijos.

Rentaban un pequeño cuarto en el que, cuando su madre no estaba, Pamela disfrutaba de meterse abajo de la cama a encender cerillos. Además de gustarle el olor, le parecía muy divertido mirar las chispas y construir figuras uniendo los cerillos que iba encendiendo. Un día, mientras su madre no estaba y sus hermanos jugaban en la calle, la situación se salió de control. Sin darse cuenta, un cerillo aun encendido quedó en la colcha que se prendió de inmediato, el fuego alcanzó la cortina y la cortina quemó el techo de lámina de cartón, hasta que en pocos minutos, la vivienda había quedado reducida mayormente a cenizas.

A partir de este suceso, la madre de Pamela dejó de atender de tiempo completo el negocio del cual dependía su sustento. Con la finalidad de pasar más tiempo en casa y de evitar otro accidente, renunció a gran parte de su ingreso económico.  Durante muchos años, Pamela vivió en secreto esta tragedia familiar, pues nunca se atrevió a decir que por estar jugando con los cerillos debajo de la cama, la casita se había incendiado.

La culpa que sentía y el peso de este secreto, le estaban impidiendo tomar el éxito económico y profesional.

Tomar a nuestros padres

Tomar a nuestros padres significa mirarlos sin juicios desde la comprensión y la compasión. Cuando los miramos sin juicios, ni los juzgamos por sus errores, ni santificamos sus virtudes. Las miramos como las personas de quienes nos viene la vida y comprendemos que han hecho lo que han podido con sus recursos, es decir, aunque nos hubiera gustado que hicieran más o que hiciera menos, por su propia historia, era lo único posible para ellos. Cuando los liberamos de nuestros juicios, nos liberamos también, porque podemos abrirnos para recibir la vida y la fuerza para existir, para crear, para amar y para disfrutar.

Siempre que juzgamos a nuestros padres, acabamos representándolos en nuestra vida, pues no somos diferentes de aquello que juzgamos.

Y dentro de este tema de tomar a los padres, se encuentra un hecho muy diferente al anterior y muy frecuente entre los hijos cuyos padres se separaron en medio de un pleito que no logró llegar a una conciliación. Si están interesados en ampliar la información sobre el tema, los invito a leer el título Psicología y Divorcio. Bienestar para toda la familia. Mientras tanto les comparto lo que he escuchado en un gran número de sesiones: “Mi hijo no la levanta.” “Es que mi hija no le encuentra el gusto a nada, no quiere estudiar, no quiere trabajar, está desganada.” “Mi hijo siempre encuentra la manera de meterse el pie en la escuela, por más que intenta, no logra graduarse.” ¿Saben por qué ocurre esto? Porque cuando desacreditamos o intentamos anular al padre o a la madre de nuestros hijos, en automático estamos desacreditando y anulando a nuestros hijos en esa parte suya que viene de nuestra pareja. Para ejemplificarlo, aquí les van algunas frases provenientes de estos hijos: “Ya estoy harto de que mi mamá me diga con su tono fastidioso: eres igualito a tu padre.” “No sabes lo furiosa que me pone, que mi mamá entre a mi recámara y quite las fotos donde aparece mi papá.” “Me siento muy triste cuando mi papá me dice: cuando vengas a verme, no quiero que menciones a tu madre.”

Sucede que, con estas frases, esos padres y esas madres están menospreciando en sus hijos la parte de vida que les fue dada por parte de quien fuera su pareja. En otras palabras, le estamos diciendo: “Rechazo la parte de tu madre que está en ti.” “Repudio esa parte de tu padre que está en ti.” ¿Cómo se puede avanzar en la vida con este peso tan grande?

Padres y madres, es de suma importancia que les permitan a sus hijos e hijas, amarlos por igual, ellos necesitan tanto a su padre como a su madre, recuerden que nosotros elegimos a ese padre o a esa madre. Qué diferente sería decir: “Eres libre de amar a tu madre tanto como a mí.” “Te acepto tal cual eres y si decides parecerte a tu papá, por mí está bien.”

Nuestro sistema de creencias

El sistema de creencias se va formando a lo largo de nuestra vida, con loque se decía y lo qué se hacía en nuestra familia de origen y/o en nuestro lugar de crianza, sobre x tema.

Quisiera ejemplificarlo con un tema muy común en el motivo de consulta: el dinero.

Los invito a pensar sobre lo que se decía en su familia acerca del dinero. He escuchado expresiones como: “El dinero no se da en los árboles”, “El dinero corrompe”, “Ambicionar dinero no es de Dios”, “En la vida hay que luchar para conseguir lo que se quiere”, “¿Qué crees que voy al baño y me limpio con dinero?” “Cuesta mucho trabajo ganar el dinero”, “Y tanto que me sacrifiqué por ustedes.” De ahí al infinito con las posibles frases.

Y de pronto, cuando menos nos damos cuenta, nuestra vida se ha convertido en una constante lucha para por conseguir lo que queremos, entonces por más que nos esforzamos pareciera como si el cumplimiento de nuestro objetivo se esfumara.

Y es que cómo podemos acercarnos al dinero si éste corrompe, si nos dijeron que nos aleja de Dios. Y cómo podemos conseguirlo si no es a través de un arduo esfuerzo. Y cómo podemos disfrutarlo si lo que tenemos fue a costa del sacrificio de nuestros padres.

Si esas fueran nuestras ideas, nuestro sistema de creencias estaría intentando evitar que nos corrompamos a través del dinero y nos va a mantener a salvo a través de una lucha constante para tratar de obtenerlo y para que, finalmente, no lo tengamos.

Por eso es súper importante revisar cuál es nuestro discurso interno y generar uno que sea congruente con lo que queremos.

Nuestros vínculos

Dice Alejandro Jodorowsky:Lo que das te lo das y lo que no das, te lo quitas”. Me gusta mucho esta frase. Pocas veces nos preguntamos ¿A qué me estoy vinculando?

Jovana, una mujer de treinta y cinco años de edad, provenía de una familia de escasos recursos económicos. Durante su niñez y gran parte de su adolescencia, solía ser objeto de burlas en la escuela. Su forma de vestir y de hablar contrastaba con la de los otros chicos y la molestaban frecuentemente. Cuando cumplió quince años, ante la impotencia de no poder tener una celebración de quince años como la de sus compañeras de clase, se hizo la promesa de que, al llegar a los treinta años de edad, lo haría con una carrera universitaria, por lo menos un posgrado y con un negocio que le permitiera vivir holgadamente. Así que siempre se esforzó por obtener las más altas calificaciones en su escuela y en cuanto cumplió la mayoría de edad comenzó a trabajar de manera formal. Su primer trabajo fue como auxiliar administrativo, posteriormente tuvo la oportunidad de relacionarse con líderes de partidos políticos y fue escalando de tal suerte que con el tiempo su posición le permitió colocar a sus hermanos en algunos puestos. Se compró el coche de sus sueños y había construido su propio departamento dentro del pequeño conjunto habitacional que había proyectado con otros dos colegas, con el plan a largo plazo “de poder vivir de sus rentas”.

Llegó al consultorio porque, a pesar de haber cumplido con la promesa que se había hecho a sí misma veinte años atrás, después de su cumpleaños número treinta, todo comenzó a cambiar: se metieron a robar a su departamento y la despojaron de una suma importante de dinero; al año siguiente la bajaron de su coche y, además de llevarse el susto de su vida, como no había actualizado al póliza del seguro para ahorrar dinero, fue pérdida total; finalmente el contador de su pequeña empresa incurrió en un fraude y esto derivó en una fuga de capital tan notable que los llevó a la quiebra, además de que esto tuvo repercusiones en la relación con sus socios.

Al llegar a su cumpleaños treinta y cinco se encontraba viviendo al día y con grandes dificultades económicas. Mientras me lo contaba, decía frases como: “Tanto esfuerzo para nada.” “Mira en dónde estoy ahora.” “No entiendo por qué la vida me está despojando de lo que tanto me ha costado conseguir.”

Con el paso de las sesiones fue dándose la oportunidad de abrirse más y de compartir datos, por ejemplo: en la primera empresa en la que trabajó, para evitar irse por renuncia y sin derecho a una liquidación, fingió un accidente y demandó a la empresa cobrando una indemnización. Otro evento que compartió fue que dentro de los puestos que tuvo, uno de ellos era con una plaza de aviador, es decir, recibía un sueldo sin trabajar el puesto. Y la lista continuaba. Basta decir que “a lo más que llegó fue a aceptar moches para conceder licitaciones en algunas obras” y gran parte del dinero que recibían ella y sus colegas, fue destinado para su proyecto del conjunto habitacional. Su justificación era: “Si no lo hacía yo, alguien más iba a beneficiarse de eso, obviamente era preferible tomarlo que dejárselo a otra persona.”

Como eran temas que sólo conversaba con las personas involucradas y que mantenía en secreto ante su familia y amigos, mientras se escuchaba a sí misma al compartirlo conmigo, fue saliendo de su papel de víctima de las circunstancias y cayendo en un sentimiento de culpa, al grado de decir: “Ahora que te lo cuento, siento que merezco todo lo que me está pasando.” Para no hacerles el cuento más largo, su conclusión fue: “No hay atajos en la vida. Me llevó quince años conseguirlo y tan sólo cinco en perderlo. Y si ahora tengo que empezar de cero, pues empiezo de cero y ya sin trampas, todo lo que haga será honesto a partir de ahora. Aquí que pare este asunto de perder y perder.”

Como quizás ya se habrán dado cuenta, Jovana, en su momento, no había podido considerar a sus decisiones como posibles vínculos hacia una consecuencia que tarde o temprano se haría presente. Lo que ella hizo durante las sesiones fue conectar la causa con el efecto.

Lo que hay detrás de esta dinámica, se conoce como identificación. La identificación es el acto de identificar algo o a alguien o el acto de identificarse. Identificarse en este sentido quiere decir que nuestra realidad se reduce a una sola cosa y esa sola cosa es el objeto de nuestra atención, entonces ya no hay una distinción entre ese objeto de mi atención y yo, o sea que somos la misma cosa.

Si revisamos las palabras de Jovana podremos advertir que ella estaba identificada con el robo, con el despojo y con la pérdida. Ella y estos tres atributos, eran uno mismo, es por eso que ella había establecido ese ciclo de dar y recibir. Cuando cambió de identificación hacia la honestidad, sus resultados fueron diferentes, aunque eso implico algunos años, mucho esfuerzo y romper con varias de sus relaciones.

Conclusión

Cuando nos damos cuenta de cómo está conformado nuestro sistema de creencias, de los patrones de nuestro árbol genealógico que estamos repitiendo, cuando revisamos la manera en la que miramos a nuestros padres, cuando notamos el impacto que algunos eventos familiares tienen en nuestra vida, y cuando cuidamos nuestros vínculos, podemos tener mayor libertad para tomar decisiones desde la consciencia, establecer objetivos y llevarlos a cabo sin tropezarnos una y otra vez con la misma piedra.