Bienestar para toda la familia.

Introducción

Paula fue citada por la psicóloga de la escuela, para informarle que Majo, su hija de 12 años estaba teniendo conductas inusuales, como provocar peleas con sus compañeros de clase, desafiar a los profesores e incumplir con las asignaciones durante las clases. Paula explicó que estaban atravesando por un momento difícil. Tras quince años de matrimonio, su esposo le había pedido el divorcio y la manera de enfrentarlo estaba trayendo serias repercusiones para todos los involucrados.

La psicóloga de la escuela le comentó a Paula sobre el servicio de mediación para el divorcio y fue así como Paula y Luis comenzaron un proceso que les permitió descubrirse a sí mismos, conocer los motivos que los llevaron a ser pareja y a la ruptura, así como también, a sanar las heridas del pasado que estaban afectando seriamente a sus dos hijos.

Qué es la mediación para el divorcio

Los psicólogos y el divorcio conforman una combinación poco conocida, debido a que la mediación para el divorcio, también llamada terapia de divorcio, es un servicio relativamente nuevo, dirigido a parejas con hijos que han decidido separarse. Este servicio tiene como objetivo evitar mayores complicaciones (a corto, mediano y largo plazo) para todos los involucrados en la ruptura.

A través de un proceso de algunas semanas de duración, los miembros de la pareja, con el acompañamiento de un especialista en el tema, logran participar activamente en el proceso de separación, dejar de ser pareja, convertirse únicamente en padres y/o madres de los hijos e hijas en cuestión y crear una nueva forma de ser familia que promueva la paz social.

La historia de Paula y Luis

Paula y Luis se casaron después de ocho años de noviazgo, para cuando llegaron al consultorio, ya llevaban veintitrés años juntos. Durante este tiempo, un conflicto recurrente entre ellos era la desconfianza. Ninguno de los dos confiaba en el otro. Él, porque durante el año previo a la boda, ella había tenido un desliz con otro hombre y ella porque él consiguió un trabajo en el extranjero que le demandaba estar fuera la mayor parte del año y temía que durante esos lapsos él tuviera “sus queveres”.

Con la primera entrevista se pudo saber que decidieron casarse pese a la desconfianza, “porque ya habían invertido muchos años”, “porque el reloj biológico apremiaba sobre Paula” y “porque Luis siempre había querido tener una familia.”

Casi junto con su tercer aniversario de bodas, nació Majo. Tenían la esperanza de que su hija los uniera más y Paula creía que eso impulsaría a Luis para dejar su trabajo en el extranjero y pudieran quedarse juntos y permanentemente en México. Sin embargo, esto no detuvo a Luis ni a sus ascensos en aquella empresa transnacional.

A los cuatro años de intentos fallidos de reconciliación, nació Chema.

En este punto del relato, probablemente ya se están imaginando la cantidad y la intensidad de las discusiones y peleas que se pueden generar cuando un matrimonio comienza con estos cimientos y cómo continúa creciendo su avalancha de consecuencias.

En un principio ella no quería firmar el divorcio y le exigía a Luis una alta suma de dinero como pensión (que sabía que él no estaría dispuesto a pagar). Cuando vio que ese recurso no estaba funcionando, intentó embarazarse de nuevo, tuvo un aborto espontáneo y después cayó en una depresión que le impedía atender a Majo y a Chema, mientras Luis seguía trabajando fuera del país. Cuando Luis regresó de su periodo laboral, se encontró con un panorama que le resultó desesperante y asfixiante.

Majo y Chema: los rehenes de sus padres

Paula amenazaba a Luis con quitarse la vida si él la dejaba, después intentó chantajearlo con que se encargaría de que nunca más volviera a ver a los niños si le volvía a pedir el divorcio. Por su parte Luis se la pasaba evadiendo los encuentros con Paula y cuando ya era inevitable que estuvieran juntos, aquello siempre terminaba en una pelea.  Mientras esto sucedía, los niños escuchaban las constantes recriminaciones e insultos que sus padres se gritaban mutuamente.

Luis, utilizaba a Majo para obtener información sobre Paula, le pedía que estuviera atenta a los movimientos de su madre, que le informara sobre con quien hablaba, si llegaba tarde o si algún hombre la visitaba.

Una noche Luis, en un arrebato de furia, le dio una bofetada a Paula y entonces se dieron cuenta de que sin asistencia profesional, no lograrían salir de esa situación.

Qué sucede durante el proceso de mediación para el divorcio

En la primera sesión, ambos llegaron en un estado de inocencia que les hacía acusarse mutua y constantemente: “Es que él me hizo.” “Es que ella me dijo.” “Es que él es de tal forma.” “Es que ella primero me prometió y después no hizo.” «Todo esto que pasa es su culpa.» En fin.

Al igual que en el proceso de terapia de pareja, durante algunas sesiones revisamos los aspectos transgeneracionales que los llevaron a esa elección de pareja (para quienes no están familiarizados con el término, los invito a leer las siguientes entradas: Transgeneracional, la psicología de nuestro árbol genealógico, Elección de pareja y Qué esperar de la terapia de pareja), descubrimos la participación de cada uno en esta problemática, se dieron cuenta de los puntos de incongruencia que los llevaron a esta situación y paulatinamente fueron saliendo de sus respectivos papeles de víctimas, para ir tomando su responsabilidad y poder poner a salvo a sus hijos.

Beneficios de la mediación para el divorcio

Cuando una pareja con hijos ha decidido separarse, el recurso de la mediación para el divorcio les permitirá trabajar por el bien común, que son sus hijos. El trabajo consiste en:

El desenlace de Paula y Luis

Paula y Luis lograron comprender lo que los llevó a comenzar y a sostener ese modo de relación; lograron mirarse el uno al otro a través de la compasión, lo cual les permitió mirar también a Majo y a Chema; establecieron acuerdos económicos y de convivencia, a favor de sus hijos; y a través de un emotivo ritual, que llevamos a cabo en el consultorio, ellos cerraron su etapa como pareja y dieron paso a un nuevo modo de relación únicamente como padre y madre de esos hijos, brindándoles a ellos la oportunidad de tener modelarles una manera diferente de resolver los conflictos.

Luis dejó su trabajo en el extranjero, renta un departamento en un estado aledaño al que se encuentran sus hijos y actualmente mantiene una relación con otra mujer. Por su parte Paula contrajo segundas nupcias el año pasado y en sus palabras: “Ahora su trato con Luis es tan cordial como nunca antes y sus hijos se encuentran mejor que cuando estaban casados.”

Hoy Majo tiene dieciséis. Hace algunos meses me pidió tener una sesión individual y me compartió que cuando sus padres se estaban separando, ella juró que nunca tendría un novio formal y mucho menos una pareja. Ahora que recuerda lo sucedido durante el proceso de mediación para el divorcio y el cambio en la relación que llevaron sus padres, más lo que ahora conoce de la historia de su familia, ve las cosas diferentes y ha comenzado su primer noviazgo.

Conclusión

Cada pareja tiene sus propias variantes, sin embargo, el resultado de la mediación siempre es el mismo: el bienestar de todos los involucrados.

Algo que me han preguntado frecuentemente es: si hay parejas que comienzan este proceso y en el camino se arrepienten de continuar con la mediación. La respuesta es sí. Sí ha habido casos en los que, cuando llegamos al punto en el que se pueden mirar a través de la comprensión de sus historias de vida y de sus árboles genealógicos, y cuando la compasión es lo que prevalece, deciden parar el proceso de separación y dar paso a la terapia de pareja.